En un camino alterno a San Francisco de los Romo, se encuentra el Rancho Robles. Un lugar ubicado al lado de largos campos verdes de cultivo, que por las tardes son regados y desde donde se puede ver de lejos, cómo resaltan los chisguetes de agua dirigiéndose a las tierras.
Ahí, con la vista a las montañas de Santiago Garabato está una construcción rústica y bonita, predominantemente hecha de ladrillos de los cuales algunos resaltan a la vista. Y al lado, sobre la tierra y el pasto, se colocó una palapa de tela que ofrecía una agradable sombra en donde se reunieron personas que trabajan por y para el campo.
Lorena aceptó la invitación para ir a una comida campirana con platillos típicos de ensueño. De fondo, sonaba en el reproductor la música de Ottmar Liebert y su "Barcelona Nights" cuando Lorena fue abordada por algunos de los asistentes, quienes les hacían sugerencias y peticiones del campo.
Cuando ya todos habían terminado de comer, uno de los asistentes exhortó a que se hablara de las problemáticas más serias y sentidas del campo en el Estado.
Lorena comenzó a escuchar una a una las demandas y en cada participación hacía compromiso, preguntaba interesada aspectos específicos de las problemáticas y ofrecía soluciones en conjunto. Así ha caminado durante toda su precampaña, escuchando a la militancia y ofreciéndoles resultados, ella sabe acompañar a las personas y sumarse a sus causas, tal como lo propuso desde el primer día y con el mismo entusiasmo de siempre.
Expusieron los apicultores, horticultores, ovinocultores, ganaderos, chileros y hasta quienes ofrecían mediante sus invenciones personales, tecnificaciones en el campo para el cultivo.
Ella, tomó entonces la palabra y les dijo: "Les propongo construir soluciones de la mano de ustedes" y expuso cómo ella entendía el problema de que los costos de producción en el campo luego impactan en el mercado porque esos mismos generan falta de producción: "Estamos obligados a encontrar soluciones sociales porque hay un vacío de regulación".
Y ante sus palabras, los ojos de los asistentes se tornaron diferentes porque sabían que alguien los entendía. Surgía entonces poco a poco un sentimiento de esperanza.
Luego de entre ellos uno le dijo "Lorena, vamos a tomarnos una foto en el campo, mira qué bonito está el atardecer". Y ella gustosa fue a la parcela enverdecida, acompañada de aquellos campesinos vestidos con camisa a cuadros, sombrero y cinto piteado, a tomarse fotos debajo de un cielo lleno de hermosos colores ocres.
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