Graffiti, Tag y Sticker Art: ¿Cuando el Arte Callejero se Convió en Delito?

•  de la Represión al Fracaso Interinstitucional

(Humberto Javier Vega) . – La reciente persecución del grafitero conocido como el "Dhebor" de parte de la Guardia Nacional, e incluso cuando cuenta con permisos de las y los dueños de los espacios (spots) en los que realiza sus "placas" (bombas, tags, throw ups, piezas o graffitis), ha puesto en evidencia una preocupante realidad: la represión interinstitucional contra el arte urbano no solo persiste, sino que se ha formalizado en la ley. Este incidente nos obliga a cuestionar la falta de comprensión de las autoridades hacia una manifestación cultural inherente a la juventud.

​La Guardia Nacional, heredera de la extinta Policía Federal, parece arrastrar consigo los vicios de antaño. Sus agentes actúan con extralimitación y un claro desprecio por el arte callejero. Pero esta historia de brutalidad no es nueva en Aguascalientes, donde las anécdotas de violencia policial contra grafiteros son una herida abierta. Desde los años 90, se habla de castigos militares y de humillaciones por parte de la policía municipal. Si bien esas prácticas ya no son la norma, la mentalidad represiva se mantiene y se refleja en la legislación.

En Aguascalientes, ​a finales de los 80's, el graffiti era visto principalmente como un acto de vandalismo y una expresión de rebeldía asociada a las "pandillas", "cholos" o "chavos banda". Las autoridades, en lugar de entenderlo como una manifestación cultural, lo reprimieron con castigos que a menudo eran crueles y extraoficiales, como golpizas, humillaciones y tortura anal (el mentado hormiguero al hoyo, o la inflada-pintada). La milicia, las policías locales y los grupos de seguridad privada, actuaban de manera extra limitada y por lo que sabemos del "Dhebor", continúan.

​A partir de los 90's y durante las décadas siguientes, los castigos se formalizaron y se volvieron más severos a través de la Ley, aunque las golpizas nunca cesan. La mayoría de los estados y municipios comenzaron a tipificar el graffiti como delito de "Daño en Propiedad Ajena" en sus códigos penales. Esto significó que los grafiteros, en lugar de enfrentar solo la brutalidad policial, ahora también se enfrentaban a multas y sentencias de cárcel, incluso por un simple "tag" o tan solo por ser sorprendidos con algún objeto que "pudiera" utilizarse para  "rayonear".

​Criminalizando la creatividad: la ley contra la rebeldía

​Hoy, la represión se ha formalizado en códigos penales. En Aguascalientes, el graffiti está tipificado como un delito de "Daño" en Propiedad Ajena, cundo se trata de una aplicación de pintura sin permiso en una propiedad ajea, no se está destruyendo ni deteriorando nada, la pintura tiene incluso la propiedad de evitar la corrosión, es ilógico el tratamiento que le da la politiquería a lo que bien podría ser remediado con la misma solución: llegar a un acuerdo mutuo de volver a pintar, sin qué esto cause una pena absurda corporal; para eso existe la política, para dialogar y encontrar soluciones que mantengan la paz por encima de la brutalidad represora. El Artículo 155 del Código Penal para el Estado de Aguascalientes, señala que el castigo se basa en el valor del "daño": si este no excede 50 veces el valor diario de la Unidad de Medida y Actualización (UMA), la pena puede ser de tres meses a dos años de prisión, además de una multa. Si el "daño" es mayor, la pena se incrementa.

​Esta criminalización es un claro ejemplo de la distancia abismal entre las autoridades y la realidad de adolescentes, jóvenes y hasta adultos mayores que han sido sorprendidos "taggeando". Se cierran los ojos ante las razones profundas que impulsa la rebeldía a tomar un spray: la búsqueda de identidad, la manifestación de ideas, la adrenalina y, en muchos casos, un talento genuino ¡Pero no! Las autoridades optan por la mano dura fascistoide en lugar de encauzar estas energías creativas hacia espacios productivos. ¿Y los Derechos Humanos?, bien gracias.

​Un llamado a la legislación integral: del castigo a la cultura

​Para acabar con la confrontación entre los cuerpos policiales y los jóvenes artistas, es imperativo que la legislación evolucione. No basta con despenalizar el graffiti; es necesario un enfoque integral a nivel federal que involucre a las secretarías de Gobernación, Cultura y Educación.

​En lugar de ver a los grafiteros como delincuentes, las autoridades deben reconocer en ellos a los próximos grandes muralistas, diseñadores y artistas del futuro. Cada detención, sin importar el nivel de gobierno que la realice, debería ser una oportunidad para una intervención cultural y educativa, en lugar de un acto de represión.

​Este enfoque podría detener de raíz el ciclo de enfrentamientos entre artistas y cuerpos policíacos; pueblo artístico peleando contra pueblo uniformado, que recibe un sueldo a cambio de hacer cumplir leyes emanadas de la politiquería impregnada de ignorancia, indiferencia y desconocimiento del tema por las circunstancias en las que se desembuelven y que son diametralmente y socialmente distintas a la de la mayoría del Pueblo. Al encauzar la creatividad y la energía de los jóvenes, se abrirían puertas para su desarrollo profesional y personal, transformando un conflicto en una oportunidad de crecimiento social y cultural.

 No se trata de justificar el "daño" a la propiedad, sino de dejar de criminalizar al graffitero, tagger o Sticker Art y empezar a construir puentes. Es hora de que el Estado, en sus tres niveles de gobierno, inviertan en el talento de su gente en lugar de combatirlo.

​Del castigo a la solución: una propuesta de legislación y seguridad

​En lugar de perseguir y castigar, una solución más inteligente y efectiva sería la creación de espacios legales para el arte urbano. Imaginemos la transformación de andadores y zonas de alto riesgo de asalto en verdaderas galerías al aire libre. Un ejemplo perfecto serían los andadores de Mirador de las Culturas, o el acceso mal planificado de Lomas del Chapulín, al oriente de la ciudad, entre otros en las mismas condiciones.

​Al permitir que sus muros se conviertan en lienzos permanentes, estos lugares no solo se embellecerían - aunque al clasista y racista nunca le llenará el ojo ninguna mínima expresión callejera -, esos espacios se mantendrían activos las 24 horas del día; no se debe limitar a un horario, tal y como es el arte, la pintura es silenciosa y de mensaje potente. La presencia de artistas y visitantes generarían un flujo constante de personas, volviéndolos más seguros y convirtiéndolos en focos de desarrollo cultural, con y sin iluminación.

​Para lograrlo, es necesario proponer cambios en los códigos y reglamentos a todos los niveles:

​A nivel municipal y estatal:

​Reglamentos de Policía y Buen Gobierno: Modificar la legislación para que el graffiti, cuando se realice sin permiso, sea una falta administrativa y no un delito penal. Las sanciones deberían orientarse a trabajo comunitario.

​Ley de Cultura: Crear una sección que reconozca y proteja el arte urbano, estableciendo mecanismos para la creación de murales y espacios legales.

​A nivel federal:

​Código Penal Federal: Reformar la legislación para despenalizar el graffiti a nivel nacional, promoviendo que las faltas se traten en el ámbito administrativo local.

​No se puede detener una inquietud que es natural en la mayoría de los jóvenes. Como bien decía Salvador Allende: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción incluso biológica”. La rebeldía inherente a la juventud no puede ser erradicada con represión. Las autoridades deben entender que la única forma de avanzar es creando puentes, no muros, y ofreciendo a los jóvenes y adultos espacios donde su arte, su adrenalina y su voz puedan manifestarse libremente. Es hora de dejar de perseguir artistas y empezar a construir comunidad.

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