- Las expresiones partidistas mantienen fuera a las y los luchadores sociales; no hay voluntad política para que las autoridades electorales corrijan este absurdo de la “democracia participativa” con el pueblo fuera de toda posibilidad de participar en igualdad de circunstancias. ¡Demagogia pura!
(Humberto Javier Vega). - El trabajo en campo, en política, es la labor que se realiza directamente en beneficio de la comunidad: una causa común que duele y que muy pocas personas están dispuestas a pelear. Exige tiempo, dinero y esfuerzo; a veces la vida misma. Se escudriña el problema, se debate, se proponen posibles soluciones y se ponen manos a la obra. Cada logro, un avance; lo justo, convertido en derechos. Esas y esos ciudadanos ejercen la política en su forma más pura; por eso no los verás en boletas ni espectaculares. Tienen la mayor parte del tiempo ocupado en trabajar, un poco para la familia y otro para descansar; los menos, en nombre del resto, sacrifican tiempo familiar para impulsar acciones por la comunidad. Así es la vida real para millones de familias.
- Ejercen la política incluso sin cargo público ni reflectores: trabajan en beneficio del pueblo desde su cuadra, su seccional, su comunidad, su distrito…
Desconocen el turismo electoral y cómo opera, pero ese turismo los persigue y arrebata las posiciones a las que deberían acceder a través de todos los partidos. Permanentemente.
No todo empresario se mete a la política.
Cuando son honestos, entienden su rol: crear empleos dignos y bien pagados. Pero cuando los pocos deciden incursionar, se prenden las alarmas: ¿lucrará?, ¿beneficiará a otros empresarios?, ¿facilitará usos de suelo?, ¿pondrá a disposición de su padrino político las delegaciones federales para seguir disfrutando de sus pozos de agua? El etcétera de cuestionamientos es largo. Los medios reciben de respuesta la misma cantaleta, subestimando a los medios y a sus pocos o muchos lectores, todos igual de valiosos. El ciclo tedioso de siempre, con la arrogancia que les caracteriza.
La clase patronal tiene quien labore para ellos; hasta simulan separarse del cargo de empresarios… decía Andrés Manuel López Obrador: “ando buscando al tonto que lo crea”. Los multimillonarios no pierden su status quo y disponen de tiempo para infiltrarse en la política.
No para hacer política, ojo, sino politiquería: influyentismo, mafias, carrera “política” de negociaciones pragmáticas, a espaldas del pueblo. Sus “reuniones de trabajo” son salones climatizados con café, galletas y agua caliente —para el té—, presentaciones de diapositivas y métricas: qué temas “pegan” más en medios, qué banderas rinden más seguidores. Nada orgánico, todo planificado. Hay mirreyes que hasta toman clases de vocalización para sacarse “la papa de la boca” y sonar “más pueblo”; adoptan un lenguaje pseudoprogresista alimentado por software de análisis de preferencias y salen a escena a debate con el apoyo de sus bolsillos; repiten como los pericos a cambio de premios: “soy de izquierda”.
¿Resultado? Engañan incluso al más avispado y la clase trabajadora acaba apoyando, repartiendo periódicos y votando por su propio verdugo con la promesa trillada: “dejo los negocios para hacer política, no voy a la política para hacer negocios”. Se quitan y se vuelven a poner el chaleco guinda a conveniencia como calzones sucios: farsantes.
▪️ El politiquero lucrativo siempre busca reflector —bueno o malo—, con tal de estar en el radar público haciendo lo que su egocentrismo dicta; consulta a su mafia, no al pueblo, pero te convence con la esperanza del cambio verdadero. Lo verdadero, sin embargo, son los intereses y compromisos que trae cargando.
Quitémonos el maniqueísmo (los “buenos” y los “malos”): ese sesgo impide que cada quien forme juicio. Importa distinguir entre trabajo genuino y campaña encubierta.
¿Por qué abordar este tema? Hablaré de dos personajes que han accedido a la vida pública “haiga sido como haiga sido”. Lo óptimo —en mi opinión— es lo que planteé al inicio: que el luchador social acceda a los cargos públicos, porque vive en carne propia lo que aqueja al pueblo. No el tecnócrata que conoce necesidades por síntesis de medios y bases de datos entregadas a diario por la clase trabajadora aún adormilada.
No es cebollazo, ni chayote, es lo que es: hace unos días abordamos al presidente municipal de Aguascalientes, Leonardo Montañez Castro, panista que no esconde su filiación —quien, al igual que sus correligionarios Juan Antonio Martín del Campo y José Antonio Arámbula López, figura en listas de posibles aspirantes rumbo al 2027—. En la entrevista se le cuestionó duro por sus constantes recorridos en comunidades y colonias, señalando dicha presencia como una campaña velada. Si nos guiamos por el maniqueísmo y denostamos por no ser afines a la ideología de derecha, deshonestamente se criticarían esas acciones de forma absurda, porque justo una lucha de izquierda es “más trabajo en el territorio y menos en el escritorio”. Revisé el artículo 115 constitucional y, con pensamiento crítico, lo digo: está haciendo lo correcto; así lo ha hecho desde su primer mandato y así debe continuar.
(Acoto: la ciudadanía le otorgó por segunda vez su confianza. A la izquierda, la reelección no le gusta —y habría que reimpulsar la lucha antirreeleccionista, como bien enseñaron los próceres de la Revolución Mexicana Manuel Caballero y la familia Flores Magón—, pero esta es otra columna. Su mención era justa y necesaria en este mes patrio, que lo es todo el año).
Con trabajo en campo se ganan adeptos que avalan la gestión y futuras aspiraciones. El poder, si es genuino, es humildad: se ejerce para servir, no para servirse; no es un trampolín de riqueza ni caja chica de patrocinadores.
¿Qué hace que tantos “autodenominados políticos” caigan en la politiquería? Vamos al siguiente personaje.
El documentado “tazo dorado” de la corrupción, el mirrey de los mil nombres, Francisco Arturo Federico Ávila Anaya (alias Arturo Ávila para sus engañados), ha prostituido la noble profesión de la política mezclando ambiciones personales y negocios privados con lo público. No repetiré caso por caso, ya lo he redactado: basta cruzar la nómina de su empresa IBN con los nombres de su mafia de politiqueras y politiqueros en la función pública, en ayuntamientos, congresos y hasta en el Gobierno de México. ¡Vaya negocio le ha redituado a empleados de confianza y a él, la cuarta transformación!
Esta exhibición de poder manda un mensaje claro a la clase trabajadora: sin capital inmenso, competir en política es ciencia ficción y pérdida de tiempo. Busca seguir desalentando a las clases populares de participar en la política, pero le venceremos. Las campañas se volvieron parafernalia publicitaria. Y en ese carrusel de privilegios aparecen nombres plurinominales, familiares del mismo equipo.
¡Vaya labor tan permisiva y negociada desde las cúpulas de Morena! Esto, por supuesto, pone en desventaja a otras y otros aspirantes del mismo partido rumbo al 2027:
- La senadora plurinominal Nora Ruvalcaba Gámez;
- El Delegado Estatal de Programas para el Desarrollo de la Secretaría de Bienestar en Aguascalientes (sí, así de extenso el cargo), Aldo Emmanuel Ruiz Sánchez, quien nació como morenista y no como beneficiario de gobiernos del PRIAN, o como más perredista que ex priísta en el caso de Nora.
- Y otros nombres que han impedido que crezcan por ser de izquierda, como la combativa maestra Flavia Narváez y hasta cualquier ciudadano con los principios fundacionales del movimiento, más no del partido.
Aldo y Flavia, por morena, al igual que los panistas Leo y los dos Toños, quienes no han tenido más partidos y ninguno de ellos lo niega.
¿Concertación al viejo estilo del PRI para arrebatar Aguascalientes? Chequen los nombres qué respaldan al burgués y al resto:
Arturo el Corrupto Seguro, prestanombres: con padrinos como Salinas, Ricardo Monreal, Adán Augusto, exgoberladrones del PRIAN (hasta sobrinos), chequera y estructura infiltrada con aval de la cúpula.
Nora: estructura, y dentro de ella, personajes ligados a Lorena Martínez Rodríguez, a otro Granados, a los Ventura, Landín… puro ex priísta, como está pasando en todo México.
Flavia: estructura y respaldo de fundadores y del magisterio combativo, además de generaciones de estudiantes que valoran sus enseñanzas progresistas.
Aldo: estructura, trabajo en campo y el respaldo de fundadores que le exigen no dar tanto poder a los prianistas ya infiltrados.
No existe el pi$o parejo entre ellas y ellos, menos para el pueblo.
Regresemos a la noble labor reporteril.
Tal y como lo planteé, se le cuestionó directa y atinadamente al presidente municipal panista, se le dio derecho de réplica y lo ejerció. Pero a este multimillonario suspirante, ni con el pétalo de una rosa —salvo el Makalakesh— cuestionamos la incursión de un oligarca en posiciones de Morena. Además, ¿por qué la permisividad e impunidad ante tantos actos de corrupción del pseudomorenista manipulador? ¿Qué esperan las bases de izquierda para cuestionar su estrategia tramposa de imponer su nombre en la memoria colectiva —la misma parafernalia del viejo PRIAN del que su empresa siempre se ha beneficiado—? ¿Qué espera la clase trabajadora para informarse y no permitir que la clase patronal infiltrada pretenda engañarla para lograr su ambición de poder? ¿Cuándo dejará de ser laxo el sistema político mexicano para frenar la plaga de chapulines que usan un cargo mientras cuadran tiempos para brincar a otro de mayor poder?

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